21-01-2017, 21:57
La estación de São Bento cumple 100 años
11-12-2.016
Considerada una de las estaciones de ferrocarril más bellas del mundo y galardonada con el Premio Brunel (2014), la estación portuense de São Bento cumple 100 años de existencia. Es uno de los lugares más destacados de Oporto, con un tesoro patrimonial de incalculable valor en su interior. El magnífico edificio de José Marques da Silva (1869-1947) ocupa el lugar donde, durante casi cuatro siglos, las monjas de San Benito de Ave María establecieron su convento, que, con la extinción de las órdenes religiosas en 1834, quedó abandonado a la espera de nuevo destino.
Aunque el ferrocarril había llegado en 1864 a las puertas de Oporto, tuvo que esperar otros trece años para que el tren cruzara el ancho Duero en su desembocadura y alcanzara la metrópoli lusa. Desde Lisboa, la línea ascendía hacia el Norte, pero no pasaba de Vila Nova de Gaia, al otro lado del río. Salvar el obstáculo natural traía de cabeza a los ingenieros, que no se ponían de acuerdo sobre la fórmula idónea para seguir. La compañía ferroviaria consiguió que Gustave Eiffel viajara a Oporto y examinara la zona. Su socio Théophile Seyrig (1843-1923) se encargó del diseño de un puente que solucionara el problema. También participaron como ingenieros consultores del proyecto los portugueses Manuel Afonso de Espregueira y Pedro Ignacio López.
El técnico francés construye una estructura de hierro en un arco biapoyado en sus extremos de canto variable, con una luz de 160 metros y una altura de 61 metros. El tablero presenta una anchura de 6 metros y una longitud total de 563, que hace posible el tendido de la línea de ferrocarril. Son necesarias 725,7 toneladas de metal. Construido entre enero de 1876 y noviembre de 1877, constituye uno de los ejemplos más representativos de los puentes de hierro del siglo XIX. En la obra trabajaron un total de 150 operarios, y fue inaugurada por los reyes portugueses Luis I y María Pía de Saboya, que dio nombre al puente.
El tren llega a la ciudad del Duero. Pero la estación se construye en Campanhã, un suburbio distante del centro. La incomodidad que supone trasladar a personas y mercancías, aconseja la prolongación de la línea al corazón de la ciudad, proyecto que se encomienda al ingeniero belga, Jean-Baptiste Hippolyte Baere. Afincado en Portugal desde hace tiempo, el técnico pone sus ojos en el antiguo convento benedictino, con una superficie de 16.000 metros cuadrados, ideal para el establecimiento de la nueva estación central. Son necesarios, además, tres túneles para llevar las vías hasta las entrañas de Oporto. En 1896, los portuenses observan la llegada del primer tren de São Bento. Tres barracas de madera acogen de forma provisional a los convoyes.
Casi al mismo tiempo en París, el joven arquitecto José Marques da Silva defiende su trabajo de fin de curso. Elige como tema la construcción de una plataforma central ferroviaria. Supera la prueba con distinción y obtiene el título de Graduado Arquitecto del Gobierno francés. Las autoridades lusas le encargan el diseño de la nueva estación de São Bento, que se ve obligado a modificar una y otra vez, sometido a los dictados de las comisiones sucesivas. En 1900, el rey Carlos y la reina Amélia colocan la primera piedra del nuevo edificio, cuya construcción despega tres años más tarde, cuando se apueba el borrador final. La terminal se diseña en forma de U, con frentes a las calles de Madeira y Loureiro, y la fachada principal, a la plaza de Almeida Garrett. La arquitectura del complejo recuerda a las estaciones francesas de entresiglos.
A primera hora de la tarde del jueves 5 de octubre de 1916, una multitud llena la plaza de Almeida Garrett. Es, además, fiesta nacional. Las principales autoridades militares y civiles de la ciudad y del distrito, así como el máximo responsable de los ferrocarriles, ocupan lugares preferentes. Todos los oradores expresan su satisfacción por la finalización con éxito de los trabajos. Es el día de la inauguración de la estación central de Oporto. “No sólo es un gran monumento a la ciudad, sino también una notable obra de arte de la grandeza y majestuosidad de sus líneas arquitectónicas y la mejora y el esplendor sus decoraciones artíticas”, informan los periódicos al día siguiente.
Nada más abrirse las puertas de la estación, el silencio se impone sobre la multitud. Contempla con cara de admiración y asombro las magníficas pinturas panorámicas que ocupan las paredes del vestíbulo de la terminal. Los murales contienen más de 20.000 azulejos pintados por Jorge Colaço (1868-1942), casi todos en el azul característico de la cerámica portuguesa. Una obra impresionante que representa diferentes episodios de la historia de la ciudad y del país.
Las pinturas ocupan 551 metros cuadrados e incluyen paneles que representan escenas históricas: el torneo de Arcos de Valdevez, 1140; Egas Moniz, el ayo del primer monarca portugués, en su presentación ante el rey de León; la entrada triunfal en Oporto de Juan I y Felipa de Lancaster en 1386; la conquista de Ceuta en 1415. Hay también escenas de campo y etnográficas: la procesión de Nuestra Señora de los Remedios en Lamego; el festival de São Torcato en Guimarães; la cosecha; la feria de ganado; el transporte de vino en un barco Rabelo en el Duero. En la parte superior, se admira un friso multicolor evocador de la historia de la carretera nacional, desde los inicios hasta la llegada del primer tren de Braga.
Hace ya un par de décadas que Sao Bento perdió su condición de estación central. Mantiene, sin embargo, el servicio de trenes regionales y turísticos hacia localidades como Coimbra, Braga y Guimarães. Son millones los pasajeros que atreviesan cada año sus puertas camino de sus destinos. Pero, sobre todo, son turistas de todo el mundo quienes se acercan hasta ella para contemplar el verdadero tesoro de Oporto.
11-12-2.016
Considerada una de las estaciones de ferrocarril más bellas del mundo y galardonada con el Premio Brunel (2014), la estación portuense de São Bento cumple 100 años de existencia. Es uno de los lugares más destacados de Oporto, con un tesoro patrimonial de incalculable valor en su interior. El magnífico edificio de José Marques da Silva (1869-1947) ocupa el lugar donde, durante casi cuatro siglos, las monjas de San Benito de Ave María establecieron su convento, que, con la extinción de las órdenes religiosas en 1834, quedó abandonado a la espera de nuevo destino.
Aunque el ferrocarril había llegado en 1864 a las puertas de Oporto, tuvo que esperar otros trece años para que el tren cruzara el ancho Duero en su desembocadura y alcanzara la metrópoli lusa. Desde Lisboa, la línea ascendía hacia el Norte, pero no pasaba de Vila Nova de Gaia, al otro lado del río. Salvar el obstáculo natural traía de cabeza a los ingenieros, que no se ponían de acuerdo sobre la fórmula idónea para seguir. La compañía ferroviaria consiguió que Gustave Eiffel viajara a Oporto y examinara la zona. Su socio Théophile Seyrig (1843-1923) se encargó del diseño de un puente que solucionara el problema. También participaron como ingenieros consultores del proyecto los portugueses Manuel Afonso de Espregueira y Pedro Ignacio López.
El técnico francés construye una estructura de hierro en un arco biapoyado en sus extremos de canto variable, con una luz de 160 metros y una altura de 61 metros. El tablero presenta una anchura de 6 metros y una longitud total de 563, que hace posible el tendido de la línea de ferrocarril. Son necesarias 725,7 toneladas de metal. Construido entre enero de 1876 y noviembre de 1877, constituye uno de los ejemplos más representativos de los puentes de hierro del siglo XIX. En la obra trabajaron un total de 150 operarios, y fue inaugurada por los reyes portugueses Luis I y María Pía de Saboya, que dio nombre al puente.
El tren llega a la ciudad del Duero. Pero la estación se construye en Campanhã, un suburbio distante del centro. La incomodidad que supone trasladar a personas y mercancías, aconseja la prolongación de la línea al corazón de la ciudad, proyecto que se encomienda al ingeniero belga, Jean-Baptiste Hippolyte Baere. Afincado en Portugal desde hace tiempo, el técnico pone sus ojos en el antiguo convento benedictino, con una superficie de 16.000 metros cuadrados, ideal para el establecimiento de la nueva estación central. Son necesarios, además, tres túneles para llevar las vías hasta las entrañas de Oporto. En 1896, los portuenses observan la llegada del primer tren de São Bento. Tres barracas de madera acogen de forma provisional a los convoyes.
Casi al mismo tiempo en París, el joven arquitecto José Marques da Silva defiende su trabajo de fin de curso. Elige como tema la construcción de una plataforma central ferroviaria. Supera la prueba con distinción y obtiene el título de Graduado Arquitecto del Gobierno francés. Las autoridades lusas le encargan el diseño de la nueva estación de São Bento, que se ve obligado a modificar una y otra vez, sometido a los dictados de las comisiones sucesivas. En 1900, el rey Carlos y la reina Amélia colocan la primera piedra del nuevo edificio, cuya construcción despega tres años más tarde, cuando se apueba el borrador final. La terminal se diseña en forma de U, con frentes a las calles de Madeira y Loureiro, y la fachada principal, a la plaza de Almeida Garrett. La arquitectura del complejo recuerda a las estaciones francesas de entresiglos.
A primera hora de la tarde del jueves 5 de octubre de 1916, una multitud llena la plaza de Almeida Garrett. Es, además, fiesta nacional. Las principales autoridades militares y civiles de la ciudad y del distrito, así como el máximo responsable de los ferrocarriles, ocupan lugares preferentes. Todos los oradores expresan su satisfacción por la finalización con éxito de los trabajos. Es el día de la inauguración de la estación central de Oporto. “No sólo es un gran monumento a la ciudad, sino también una notable obra de arte de la grandeza y majestuosidad de sus líneas arquitectónicas y la mejora y el esplendor sus decoraciones artíticas”, informan los periódicos al día siguiente.
Nada más abrirse las puertas de la estación, el silencio se impone sobre la multitud. Contempla con cara de admiración y asombro las magníficas pinturas panorámicas que ocupan las paredes del vestíbulo de la terminal. Los murales contienen más de 20.000 azulejos pintados por Jorge Colaço (1868-1942), casi todos en el azul característico de la cerámica portuguesa. Una obra impresionante que representa diferentes episodios de la historia de la ciudad y del país.
Las pinturas ocupan 551 metros cuadrados e incluyen paneles que representan escenas históricas: el torneo de Arcos de Valdevez, 1140; Egas Moniz, el ayo del primer monarca portugués, en su presentación ante el rey de León; la entrada triunfal en Oporto de Juan I y Felipa de Lancaster en 1386; la conquista de Ceuta en 1415. Hay también escenas de campo y etnográficas: la procesión de Nuestra Señora de los Remedios en Lamego; el festival de São Torcato en Guimarães; la cosecha; la feria de ganado; el transporte de vino en un barco Rabelo en el Duero. En la parte superior, se admira un friso multicolor evocador de la historia de la carretera nacional, desde los inicios hasta la llegada del primer tren de Braga.
Hace ya un par de décadas que Sao Bento perdió su condición de estación central. Mantiene, sin embargo, el servicio de trenes regionales y turísticos hacia localidades como Coimbra, Braga y Guimarães. Son millones los pasajeros que atreviesan cada año sus puertas camino de sus destinos. Pero, sobre todo, son turistas de todo el mundo quienes se acercan hasta ella para contemplar el verdadero tesoro de Oporto.