16-07-2015, 14:42
El ‘Tren Lunático’ languidece
Publicado el julio 13, 2015|
Las autoridades ugandesas airean con orgullo, aún hoy en día, cómo Wiston Churchil definió su país como “la perla de África“. En realidad el estadista inglés, que por entonces tenía 30 años y era subsecretario de Estado para las Colonias, se limitó a copiar la frase que ya había pronunciado el explorador galés Henri Morton Stanley (el de la famosa sentencia “doctor Livingstone, supongo”) cuando visitó Uganda.
También se atribuye al primer ministro británico Churchil la descripción de la línea ferroviaria entre Mombasa y Nairobi como «una de las líneas de ferrocarril más románticas y maravillosas del mundo». Lo cierto es que el tren se conoce como ‘Lunatic Lane o Express’ porque su construcción resultó un quebradero de cabeza para la colonial Gran Bretaña, con continuos debates en el Parlamento. En una de estas sesiones, la discusión subió de tono y resultó muy acalorada, hasta el punto de que el diputado radical Henry Labouchere clamó desde la tribuna contra «esa línea lunática». Sin quererlo, acabó por bautizar el tren ugandés que, con el tiempo, acabaría como uno de los mitos ferroviarios de Africa.
La historia del ‘Lunatic Express’ está íntimamente ligada a la época colonial africana. Gran Bretaña construye la línea para unir Uganda con la costa de Kenia, un proyecto caro y extremadamente peligroso, pero vital para los intereses británicos, ya que facilita el transporte de mercancías del Alto Nilo. El trazado cruza el desierto del Tam, los barrancos del valle del Ritf y el río Tsavo, por ejemplo. En 1901 la línea llega desde Nairobi hasta el lago Victoria y, dos años más tarde, alcanza el océano Índico. Sin embargo, hasta 1931 no se conecta con Kampala. En total 935 kilómetros a través de sabanas repletas de animales salvajes y zonas pantanosas. No es de extrañar, por tanto, que su construcción fuera, además de una proeza para la época, todo un desafío que costó la vida a 2.500 obreros, en su mayor parte miembros de un colectivo de 35.000 ‘coolies’ indios que se emplearon ex profeso en el tenidio de la línea férrea. Las enfermedades (disentería), ataque de fieras y las incursiones de los masai, por cuyas tierras atravesaba el tendido, fueron las causas más frecuentes de estas muertes. No mucho antes, esta tribu de Kenia había masacrado a toda una expedición inglesa.
Sin embargo, el contratiempo que acabó por darle más proyección internacional fue protagonizado por una manada de leones que acabó con la vida de 30 hombres. Los felinos atacaban los campamentos nocturnos y merodeaban por las instalaciones ferroviarias provocando el pánico entre los obreros. Las fieras incluso se atraveíaa subir a los vehículos para capturar a sus presas. La situación llegó a tal extremo de inseguridad, que hubo que contratar a un cazador profesional, el coronel John Henry Patterson, que acabó con la amenza. Sus peripecias se reflejan en en el libro ‘Los devoradores de hombres de Tsavo‘ (en swahili, “lugar de sacrificio”).
Las obras se interrumpieron al llegar a la altiplanicie llamada Nyrobi (lugar de agua fresca), a orillas del río al que los masai llevaban su ganado. Era la última llanura antes del valle del Rift y, por lo tanto, un lugar adecuado para convertirse en la estación terminal. Así comenzó su historia la ciudad de Nairobi, que en 1900 se convertiría en la capital del África Oriental Británica.
Más de un siglo después el tren que fue orgullo de la Inglaterra victoriana apenas si guarda vestigios de esa época y ahora languidece cubriendo tres veces a la semana el recorrido hasta la ciudad keniana de Kisumu, unos 450 kilómetros. El aspecto de los trenes tampoco evoca recuerdos de aquellas leyendas históricas que han discurrido por esta ruta; desde el mismísimo Winston Churchill a Karen Blixen, Ernest Hemingway y Evelyn Waugh, que sufrió tres descarrilamientos en este trayecto. Conserva aún el atractivo carismático, simbólico y romántico para los turistas extranjeros, pero los habitantes locales prefieren el autobús. Las catorce horas que tarda entre Nairobi y Mombasa, a poco más de 30 por hora de media, hacen poco apetecible y práctica la ruta que cubre la Kenya Railways Corporation. Solo se hace apetecible para algunos turistas con mucho tiempo y ganas de aventura.
Publicado el julio 13, 2015|
Las autoridades ugandesas airean con orgullo, aún hoy en día, cómo Wiston Churchil definió su país como “la perla de África“. En realidad el estadista inglés, que por entonces tenía 30 años y era subsecretario de Estado para las Colonias, se limitó a copiar la frase que ya había pronunciado el explorador galés Henri Morton Stanley (el de la famosa sentencia “doctor Livingstone, supongo”) cuando visitó Uganda.
También se atribuye al primer ministro británico Churchil la descripción de la línea ferroviaria entre Mombasa y Nairobi como «una de las líneas de ferrocarril más románticas y maravillosas del mundo». Lo cierto es que el tren se conoce como ‘Lunatic Lane o Express’ porque su construcción resultó un quebradero de cabeza para la colonial Gran Bretaña, con continuos debates en el Parlamento. En una de estas sesiones, la discusión subió de tono y resultó muy acalorada, hasta el punto de que el diputado radical Henry Labouchere clamó desde la tribuna contra «esa línea lunática». Sin quererlo, acabó por bautizar el tren ugandés que, con el tiempo, acabaría como uno de los mitos ferroviarios de Africa.
La historia del ‘Lunatic Express’ está íntimamente ligada a la época colonial africana. Gran Bretaña construye la línea para unir Uganda con la costa de Kenia, un proyecto caro y extremadamente peligroso, pero vital para los intereses británicos, ya que facilita el transporte de mercancías del Alto Nilo. El trazado cruza el desierto del Tam, los barrancos del valle del Ritf y el río Tsavo, por ejemplo. En 1901 la línea llega desde Nairobi hasta el lago Victoria y, dos años más tarde, alcanza el océano Índico. Sin embargo, hasta 1931 no se conecta con Kampala. En total 935 kilómetros a través de sabanas repletas de animales salvajes y zonas pantanosas. No es de extrañar, por tanto, que su construcción fuera, además de una proeza para la época, todo un desafío que costó la vida a 2.500 obreros, en su mayor parte miembros de un colectivo de 35.000 ‘coolies’ indios que se emplearon ex profeso en el tenidio de la línea férrea. Las enfermedades (disentería), ataque de fieras y las incursiones de los masai, por cuyas tierras atravesaba el tendido, fueron las causas más frecuentes de estas muertes. No mucho antes, esta tribu de Kenia había masacrado a toda una expedición inglesa.
Sin embargo, el contratiempo que acabó por darle más proyección internacional fue protagonizado por una manada de leones que acabó con la vida de 30 hombres. Los felinos atacaban los campamentos nocturnos y merodeaban por las instalaciones ferroviarias provocando el pánico entre los obreros. Las fieras incluso se atraveíaa subir a los vehículos para capturar a sus presas. La situación llegó a tal extremo de inseguridad, que hubo que contratar a un cazador profesional, el coronel John Henry Patterson, que acabó con la amenza. Sus peripecias se reflejan en en el libro ‘Los devoradores de hombres de Tsavo‘ (en swahili, “lugar de sacrificio”).
Las obras se interrumpieron al llegar a la altiplanicie llamada Nyrobi (lugar de agua fresca), a orillas del río al que los masai llevaban su ganado. Era la última llanura antes del valle del Rift y, por lo tanto, un lugar adecuado para convertirse en la estación terminal. Así comenzó su historia la ciudad de Nairobi, que en 1900 se convertiría en la capital del África Oriental Británica.
Más de un siglo después el tren que fue orgullo de la Inglaterra victoriana apenas si guarda vestigios de esa época y ahora languidece cubriendo tres veces a la semana el recorrido hasta la ciudad keniana de Kisumu, unos 450 kilómetros. El aspecto de los trenes tampoco evoca recuerdos de aquellas leyendas históricas que han discurrido por esta ruta; desde el mismísimo Winston Churchill a Karen Blixen, Ernest Hemingway y Evelyn Waugh, que sufrió tres descarrilamientos en este trayecto. Conserva aún el atractivo carismático, simbólico y romántico para los turistas extranjeros, pero los habitantes locales prefieren el autobús. Las catorce horas que tarda entre Nairobi y Mombasa, a poco más de 30 por hora de media, hacen poco apetecible y práctica la ruta que cubre la Kenya Railways Corporation. Solo se hace apetecible para algunos turistas con mucho tiempo y ganas de aventura.